Padre Fidel Rodríguez
Frases y Pensamientos Padre Varela
No consideréis otra cosa que el bien de la patria, y para conseguirlo, haced que la Palabra de Dios sea la luz de nuestro camino. [Sermón del Padre Varela en la iglesia del Cristo del Buen Viaje, con motivo de las elecciones para elegir Diputados a Cortes en 1820]. -Yo soy el primero que estoy contra la union de la Isla a ningún gobierno, y desearía verla tan Isla en lo politico como lo es en la naturaleza. [“Paralelo entre la Revolución que puede formarse en la Isla de Cuba por sus mismos habitantes, y la que se formará por la invasion de tropas extranjeras”. El Habanero, T.
I. No. 3. -Estoy contra ellos [los llamados revolucionarios] porque tengo por tales a todos los que conociendo las necesidades de un pueblo, los peligros, los medios de evitarlos, las ventajas de la aplicación oportuna de estos medios y la voluntad general de que se apliquen cuanto antes, se obstinan sin embargo en contrariarla, buscan todos los recursos para indisponer los ánimos y radicar la opresión, y por intereses personalísimos mal entendidos, sacrifican los de todo un pueblo (…) un pueblo entero jamás es revolucionario. Lo son sus opresores. Mas si usted llama revolucionario a todo el que trabaja por alterar un orden de cosas contrario al bien de su pueblo, yo me glorío de contarme entre esos revolucionarios, y si he rechazado la expression, es porque sé el sentido en que se aplica. [“Diálogo que han tenido en esta ciudad un español partidario de la independencia de la Isla de Cuba y un paisano suyo anti independiente”.
El Habanero, T. I. No. 3. Escritos cortos del Padre Varela. “DISTRIBUCIÓN DEL TIEMPO” La distribución del tiempo depende de circunstancias personales y de familia, por cuyo motivo debe ser obra de la persona interesada. Sin embargo, pueden darse algunos consejos generales: 1ro.- No formar plan en que se ocupen todos los momentos del día, sino aquellos que probablemen-te puede esperarse que serán ocupados. Muchos por aspirar a una ocupación continua, pasan la vida en una ociosidad constante y laboriosa. Es cierto que toda persona que vale algo, tiene pocos momentos desocupados; pero esto debe ser efecto de circunstancias, mas no de plan premeditado. 2do.- La constancia en la observación del plan de vida que nos proponemos es una garantía para el buen resultado; por cuyo motivo, si tal hora se destinó por ejemplo para la lectura, debe leerse en aquella hora aún cuando se halla leído muchas horas antes. 3ro.- No desanimarse por la interrupción que sufra la observancia del plan propuesto. 4to.- Aspirar a la perfección, pero contentarse con la medianía. El desagrado con que ésta se mira es efecto de vanidad, por más que se cubra con títulos más honrosos. El Padre Varela y la poesía: Quizás muchos de nosotros al pensar en el Padre Varela, lo asociamos a la fe y a la iglesia, o a la Filosofía y al pensamiento, o a la Pedagogía, por su condición de profesor en el Seminario habanero, o tal vez lo asociamos a la libertad y a la independencia de Cuba por su periódico El Habanero, pero no conocemos su amor y gusto por la poesía. En realidad el Padre Varela no solo escribió textos de Filosofía o artículos políticos o teológicos en las publicaciones que dirigió o en las que colaboró. Varela era amante de la poesía, y en particular se conoce que era aficionado a componer décimas, un género de la poesía al que parece se hallaba muy inclinado. En el Diario de Viaje escrito por su primo Buenaventura Morales, quien junto a su hermano Francisco le acom-pañó durante su travesía a España, con el objeto de participar como Diputado en las Cortes Españolas, expresa que con motivo de la celebración del aniversario de matrimonio de dos de los viajeros, el Padre Varela recitó una décima compuesta por él para homenajear a la pareja.
Desafortunadamente ninguna de sus producciones poéticas ha llegado a nuestros días. Durante su exilio vareliano, el sacerdote se ocupó en la publicación de la poesía del que es considerado el primer poeta cubano, Manuel de Zequeira y Arango. Igualmente se le atribuye un artículo de crítica literaria publicado en un periódico de Filadelfia, donde analizaba las Poesías del joven matancero José María Heredia. Al revisar el catálogo de su biblioteca personal encontramos entre sus libros algunos cuya temática era la poesía, entre los que encontramos: “Poems by the late John Augustus Shea”, que incluía la obra lírica de uno de los más destacados intelectuales católicos norteamericanos de su época, del que publicó varios poemas en el The Catholic Expositor; una “Colección De Poesías Españolas”, que incluía obras de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, los “Sonetos” del español Fernando de Herrera, y varias ediciones de los Salmos del Antiguo Testamento, sin que faltase la obra poética de Virgilio bajo el título de “The Works of Virgil, containing his Pastorals, Georgics, and Æneis”, traducidas al inglés por John Dryden. De igual forma, durante las tertulias político-literarias en las que se reunían los exiliados cubanos, además de hablar los temas de la política española y de la situación en Cuba, compartían lecturas, declamaban poemas y hasta se ejecutaban obras musicales, en las que Varela y algunos de sus discípulos tocaban el violín y otros instrumentos, alimentando de esa forma su añoranza y amor por la patria.
Curiosidades Varelianas:
El intento de asesinato del Padre Varela En 1824 el joven Juan Gualberto Ortega, exCónsul de España en Nueva Orleans y Charleston, renuncia a su posición diplomática, reniega todo servicio al rey español, y se une a la segunda misión cubana ante Bolívar promovida por el trinitario José Aniceto Iznaga. A su regreso de Colombia, asume como Cónsul de esa república en la ciudad norteamericana de Filadelfia, con José Teurbe Tolón -otro conspirador por la independencia cubana-, como viceCónsul. El 10 de septiembre de 1825 publicó una Proclama titulada “A los cubanos”, en la que denunciaba el intento de asesinar al Padre Varela, organizado y financiado por el Intendente de Hacienda de la Isla, Claudio Martínez de Pinillos. Intento que se había planeado para llevarse a cabo el pasado mes de marzo, pero no se había realizado por el escándalo que supondría un acto de esa magnitud en territorio nortea-mericano contra un exiliado reconocido por el gobierno y la iglesia norteamericanos. Ortega en su proclama expresaba que, “En La Habana (¡con harto dolor lo digo!) no han faltado personas que se llaman honradas (…) que se creen virtuosas (…) que se tienen por cristianas (…), y que sin embargo no se han estremecido de forjar el designio de enviar a Nueva York asesinos pagados para quitar del medio al virtuoso Varela, sólo porque ama su patria, porque tiene más probidad que todos los que sirven a Fernando, y es autor del Habanero”.
Y luego denunciaba “¡Oja-lá hubieran venido! Aquí, donde las leyes no se promulgan para que sirvan de pasto a la polilla en los armarios de los abogados, hubiéramos tenido el santo gusto de verlos bailar en la horca si su ignorancia y protervia les hubiera hecho realizar su atroz encargo”. Algunos historiadores han fantasiado el intento e incluso han imaginado que “los amigos criollos del Presbítero se asustaron (…) y quisieron que Varela se escondiese fuera de la ciudad. Este rehusó, (…) no lo hizo por temeridad, sino por convicción religiosa. Un verdadero sacerdote, ya lo dijimos, no teme a la muerte. Ante la obstinación vareliana, la filial devoción de sus discípulos y amigos recurrió a la policía. Pero la policía de Nueva York ni era muy buena, ni muy diligente. Había, sin embargo, un último recurso, los irlandeses (…) que le establecieron una estrecha vigilancia”.[Hernández Travieso, Antonio. El Padre Varela, 329]
En El Habanero el mismo Varela expresará, en referencia al intento: “Mientras los negocios políticos toman este aspecto, en la Habana solo se trata de perseguir a mi pobre Habanero, y de mandar asesinar a su autor. Acabo de recibir la noticia de que en consecuencia de los efectos producidos por el segundo número se ha hecho una suscripción para pagar asesinos que ya han encontrado y que deben venir de la Isla de Cuba a este país sin otro objeto que este asesinato. La noticia es dada por personas de quienes no puede dudarse, y además tiene otros antecedentes que la confirman. ¡Miserables! ¿Creéis destruir la verdad asesinando al que la dice? (…) Yo podré morir a manos de un asesino, pero aseguro que no ganaréis mucho, y no sé si me atreva a pronunciaros que perderá algo vuestra causa”.[Suplemento al No. 3 de El Habanero, T. I, 226] La fuerza de la verdad por la que luchaba, la certeza de que la vida viene de Dios y solo acabará cuando sea su voluntad, y la absoluta convicción de que su asesinato podía desencadenar un con-flicto mayor del que pensaban evitar con su muerte, eran suficientes para que el santo sacerdote no manifestara temor alguno, como para que los que planificaban y financiaban su asesinato aban-donaran sus planes.
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